sábado, 7 de julio de 2012

Caminos entre letras: Deteniendo el tiempo.

En un lugar del cual no recuerdo el nombre, mientras veía la gente pasar me puse a pensar en lo rápido que corre la vida y la aceleración que las personas le imprimen a esta misma. Pero en este momento no sé qué hacer conmigo, veo que el tiempo corre tan rápido y que no puedo hacer nada, me hago tan viejo y mis sueños aún no se realizan, no entiendo en esta rapidez como ella saca tiempo para reír y vivir. Yo siento que ya no siento, que la velocidad me aplaca, que el afán me cansa, le pregunto a ella: ¿todo está perdido?, y ella con calma responde “nada, nada está perdido, queda mucho por hacer, ¿no ves que sigo aquí?, el tiempo puede avanzar sin poder ser medido, pero aquí estoy, intentando que no sea tan rápido o que al menos podamos disfrutarlo, ¿a que le tienes tanto miedo?”.
Yo afanado respondo: “Tengo miedo que el tiempo no alcance, que mi tiempo contigo se vaya, que todo lo que planeo para los dos se desvanezca”. Ella con la ternura que la caracteriza, me besa y me dice: “Relájate X nosotros creamos nuestro tiempo, no hay razón para afanarse por un futuro impredecible, lo único que nos debe interesar es que estamos aquí, en un lugar donde podemos actuar a nuestro modo y moldearlo cuantas veces se nos antoje. No tengas miedo, aquí estoy, aquí estás y con eso es suficiente para estar bien”.
Levanto mi taza, bebo un sorbo de café mientras miro como un mechón de su cabello cae frente a esos ojos claros que tanto me hipnotizan. Han pasado más de dos minutos sin hablar pero yo ya no mido el tiempo, tan solo quiero con una mirada decirle que la amo, que ha sido lo mejor que he tenido, que junto a ella el miedo desaparece y el afán se esfuma, que ni las palabras son suficientes para expresar lo que siento, y por eso me esmero tanto en demostrarlo con cada beso, con cada caricia, con cada momento, hacerle saber que no la quiero dejar ir y que a pesar de Los altibajos en la loca relación que llevamos juntos, no soy tan estúpido para dejarla ir.
Mis palabras rompen el silencio de Z y ella deja caer una brillante lágrima por su rostro que acaricia una sonrisa antes de caer, y ser recogida por mí. Pongo el mechón de Z atrás de su oreja y con un beso sello una promesa de amor en aquel lugar cuyo nombre no recordé. Salimos del lugar sin rumbo fijo, caminamos de la mano, ya sin miedos, sin dudas, sin nada que nos ate a la tristeza, sin mirar atrás ni adelante, solo mirándonos entre nosotros, con la confianza de que lo que está por venir será bueno mientras estemos juntos y haya amor. Recordando que el tiempo es eso que estamos viviendo, no es antes no será después, es ahora, y que vale la pena darse cuenta que cualquier momento puede ser eterno, mientras se esté siendo feliz de la forma que sea, y que para serlo solo tienes que detener un momento tu camino, parar tu tiempo, cerrar los ojos, y ver como la mirada de ella se encuentra con la tuya y sin articular palabra te dice: Te amo.